Me he encontrado con esta canción demasiadas veces últimamente, así que no me queda otra que traerla hoy aquí, pese a lo mucho que me he resistido en este tiempo. ¿Y por qué me he resistido? Porque es rancia donde las haya, porque su letra es vergonzosa y no le llega a la suela de los zapatos a otras composiciones del gran Silvio Rodríguez, porque es machista… Vamos, que lo tiene todo. Y digo yo, ¿cómo es posible que el famoso cantautor, una de las cabezas visibles de la llamada nueva trova cubana, allá por los últimos setenta o primeros ochenta (¡cielos!) incluyera esto en el mismo disco de Te doy una canción o Y nada más?
El álbum se llamaba Mujeres y, afortunadamente, pasará a la historia por los mencionados títulos y no por Cierta historia de amor. Que me disculpen los fans furiosos de Silvio, pero si puedo decirlo es precisamente porque yo fui una de ellos, y porque mi biografía sentimental le debe mucho a canciones como Esto no es una elegía y, sobre todo, a la Pequeña serenata diurna, un canto a la felicidad como pocos se han escrito. Pero no quiero extenderme. Pondré la letra aquí y abajo un enlace donde se puede escuchar. Y para compensar, también la Pequeña serenata, aunque para escucharla ahora hay que ser un poco flexible y ponerse en situación (eran otros tiempos).
Yo era un muchacho tranquilo
hasta que di con mi sueño
más dorado, que era una mujer
algo mayor que yo.
Ella tenía treinta y cinco
y yo dieciocho para mi favor (favor dudoso).
Empezó por regalarme
dos camisas y un vestido
para que yo se los diera a mi mamá.
A eso le siguió una lluvia
de pequeños regalitos para mí (para mi entierro).
Hasta me froté las manos
cuando supe que vivía sola
desde que, por fin, se divorció.
Y en su casa hice meriendas,
comidas y desayunos hasta engordar
(casi reviento, como verán).
Lo tenía todo y me puse ocioso:
me pasaba el día de la lectura al amor.
“¿Qué quiere mi dueño?,
¿qué quiere mi encanto?”,
me decía con voz azucarada
si me iba a mover.
Lo tenía todo y me puse ocioso:
me pasaba el día de la lectura al amor.
Mis amigos comentaban
que yo sí era un bárbaro del diablo
y la fama de conquistador nació.
Las pepillas me buscaban,
yo me pellizcaba el brazo
para ver si era soñando.
Aprendí de un buen amigo
a pegarle a mi mujer,
a llevar los pantalones
como es la tradición.
Y ella iba a mi trabajo
para sorprenderme
en algo ilegal (era normal).
Me di cuenta que las cosas
ya no estaban en su sitio
cuando me empezó a coser
la ropa encima, al salir.
Después vino la algazara,
las denuncias y los llantos al dormir.
Y pasó el tiempo…
Decidí dejarla cuando una noche
desperté y la vi que se lanzaba sobre mí
con unas tijeras de podar sus matas,
mientras me juraba que
no iba a ver
a otra mujer
jamás.
Me puse la ropa y salí corriendo
entre amenazas que no puedo repetir.
Me puse la ropa y salí corriendo
sin sueños dorados, pero a salvo el honor.
Créditos: semana.com
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Que letra tan rancia y machista y casi infantil. En fin eran otros tiempos !
Es una ironía. Figura retórica que consiste en decir lo opuesto a lo que se quiere decir.
Gracias por iluminarnos.